viernes, septiembre 16, 2005

De plásticos y longos y de ecuatorianidad.

De plásticos y longos y de ecuatorianidad.
Bueno en el Ecuador parece que existen sólo dos tipos de jóvenes, los plásticos y los longos o cholos. Es así porque los unos –los plásticos- llaman longos a los que los que los llaman a ellos aniñados –o sea los cholos-. Este remedo de trabalenguas no es más que un esbozo de uno de los rasgos más básicos de la ecuatorianidad, que es el de sentirse único o diferente pero no en un sentido positivo sino en uno destructivo, excluyente y sectario. Ya desde la Colonia los habitantes de estas tierras, se separaban en dos grupos los “blancos” (que aún en su pálida piel tenían el reflejo bronceado del poderoso mestizaje ecuatoriano) y los “no blancos”, donde entraban los mestizos, indios y negros; todos ellos en su forma sintiéndose excluidos de este grupo, en el que estaban atrapados, y así mirando a todos los otros como seres ajenos a su realidad.
Es increíble ir por la Plaza de las Américas en Quito, lugar de encuentro de los más plásticos, niños de papi y todo aquel descendiente del 10% de los blancos (que desde hace casi 500 años siguen dominando el país); y observar los rostros paliduchos, las ropas agringadas, las conversaciones de tono estridente con el inconfundible tono de los aniñados; casi todos con el bendito iPod y con un cara de que están oliendo kaka; y luego irse por ciertos sectores de Conocoto y observar grandes grupos de jóvenes andinos, de piel cobriza y pequeña estatura con su destellante acento “arrastrado”, caminando en grupo a uno de los conciertos de Hipatia Balseca o Widinson; finalmente irse por Solanda el nuevo paraíso del Regaetón; donde hay tantos de los pálidos como de los cobrizos, pero predomina la ropa hiphopera, las falditas para el perreo y/o el traje dark metal; el sur al ser una mezcla de diferentes raíces, al venir los jóvenes de padres de diferentes lugares del Ecuador y diferentes posibilidades económicas, es una verdadera mezcolanza. Claro está que era de esperarse esto en Ecuador; o acaso este no era el país de mayor biodiversidad en el mundo; pues los jóvenes somos organismos vivos y como hemos visto somos muy diversos.
Oswaldo Hurtado habló ya de los mundos superpuestos en este país, que no es más que decir que ésta nación está pegada con saliva o ecuatorianamente con baba. Nos llamamos ecuatorianos pero qué compartimos en común me pregunto, qué es lo que nos hace un uno.
¿Por qué me soy ecuatoriano y no quiteño? ¿por qué soy ecuatoriano y no soy quitu, inca o español? ¿Por qué soy ecuatoriano y no soy mestizo, blanco, negro, amarillo, o tomate? Y no se equivoquen, en lo referente a las razas, no estoy diciendo que la nacionalidad excluya a lo otro, sino que en el caso del Ecuador, sería mejor olvidarnos un ratito de que si la ñaña de la vecina ha nacido con la mancha mongólica o no.
Yo digo, si somos tan diferentes no busquemos la nacionalidad en lo que somos, sino busquémosla en lo que queremos, para nosotros y para el país. Ecuatoriano es entonces el que quiere trabajar, luchar y vivir por su desarrollo y por el bien de su país; todo aquel que no quiera esto no es mi compatriota, no me importa si se pone la camisa de la Selección cada vez que juega o cada vez que duerme; ni que sólo coma cuy y fritada; sino que en verdad, quiera el desarrollo del Ecuador y actúe y peleé por conseguir este objetivo.