domingo, septiembre 17, 2006

Estado Corporativo, la justicia de Rawls y la Pobreza según Sen.







Estado Corporativo, la justicia de Rawls y la Pobreza según Sen.



John Rawls y su noción de justicia; más que una situación factible, un dato histórico o siquiera una hipótesis de trabajo; es una prueba de justicia. En otras palabras es un “debe ser” con el cual compararse. En Ecuador, esta comparación puede dar muchas nuevas luces sobre la inequidad, la pobreza y muchos otros problemas que nos aquejan. Para John Rawls un contrato social sería justo, pues partiría de un “punto original” en que todos los jugadores estarían bajo un velo de ignorancia. El contrato que se firmaría de este proceso debería ser justo, pues cumpliría con dos principios.
Enfocándonos ahora en el análisis del primer principio, de las libertades, que son la garantía de las libertades básicas compatibles con un esquema similar a los derechos de los demás. En este punto es fácil ver como este primer principio no es satisfecho por las características históricas del Estado Ecuatoriano. El nacimiento del Estado Ecuatoriano en 1830, fue el nacimiento de un Estado Corporativista, al servicio de los intereses de dos grupos, los hacendados y los militares. Su primera constituyente es el producto de una reunión de “padres de familia” del territorio ecuatoriano, donde sin duda, existía una clase, es más, una raza totalmente ausente, los indígenas y los pobres en general (mestizos). Estos, aún siendo la mayoría, de ninguna manera tuvieron una participación en este “punto de inicio” o para decirlo más claramente en la negociación inicial, y se vieron ligados por la fuerza a cumplir los preceptos de este contrato entre elites, en condiciones de sumisión. Esto provocó además, el afianzamiento del “Sistema Hacienda”. La Hacienda (1820-1949) es la institución básica de la formación de la República Ecuatoriana. Siendo entendido por esta, según palabras de Hurtado como: “…toda unidad de producción agrícola que usa mano de obra dependiente y que explota la tierra y el trabajo de manera tradicional.” , que se conforma paulatinamente en la Colonia desde el Siglo XVIII y en el siglo XIX adquiere sus características definitorias. La Hacienda se forma por la compra, el despojo, la herencia, matrimonio, donaciones y mayorazgos. En la Sierra la hacienda se afianza por la falta de títulos de propiedad de los indígenas, cuyas tierras cayeron en manos de criollos, que se apropian también de las tierras del Rey. En la costa, con el auge del cacao, se amplían con las tierras colonizadas y la tierra de los pequeños labradores. Se produce una concentración de la tierra en pocas manos, siendo la mayoría de hacendados, herederos de los encomenderos y la iglesia (jesuitas).

La ocupación de mano de obra de la hacienda en la Sierra, se basa en el concertaje, (Cédula Real 1601) según el cual “…se autoriza que los indios concierten libremente su trabajo por semanas o por días. Con el tiempo por este contrato –ordinariamente vitalicio- un campesino que carece de tierra se compromete a trabajar para un hacendado todo el año o la mayor parte de él. Estas obligaciones se extienden a su familia que debe colaborar en ciertas faenas agrícolas y prestar periódicos servicios domésticos: sus hijas como servicias y él como huasicama.” . Toda esta institución opresiva estaba sustentada con “la prisión por deudas”, que permitía encarcelar a los campesinos que según el patrono no cumplía con sus obligaciones. La explotación al indio, al campesino, al montubio; se basa en la propiedad de la tierra y la dependencia total del peón a la hacienda; toda la sociedad se basa en la explotación de estas clases; y esta explotación y abuso ejercido por el hacendado es el gamonalismo.

La Hacienda fue además de eje económico, el eje del poder político; siendo los hacendados quienes ejercieron el poder directa o indirectamente. En la naciente República, los hacendados fueron los Presidentes, los Ministros, los diputados; es decir la elite dominante. La estructura de la autoridad ejercida por este grupo, fue primero de carácter familiar; entendido esto como un jefe de familia como principal y sus parientes como autoridades secundarias. Luego, el hacendado, es más que una autoridad laboral, sino que actúa de Juez, de Policía y de Legislador. Regula además del trabajo, la vida privada de sus peones. Es la cabeza de una sociedad paternalista, opresora, protectora y autocrática; donde su autoridad no es cuestionada por los campesinos que ven al hacendado como un ser superior; y este lo considera natural por los beneficios que este entrega a los peones. El hacendado tiene todo el poder, es una especie de cacique, que por la propiedad de la tierra, influencia en la vida económica y social tiene el poder político; que es una especie de señor feudal con restricciones; que basa su poder para llegar a gobernar, en una “clientela política” que no es más que su campo de influencia, el que utiliza para acumular más poder. Para el pueblo campesino, el interés de la patria no es más que el interés de su patrono. Aquí están las bases del caudillismo político y la raíz de lo que sería el populismo.
Así sustentado en esta base económica, se consolida un Estado Corporativo, diseñado de tal manera de garantizar un marco jurídico y un orden establecido, para legitimar e institucionalizar la situación privilegiada de las elites que negociaron en un primer momento el Contrato Social, y que sólo vio adaptaciones en función del cambio propio de las elites. El Estado Ecuatoriano en sus inicios es diseñado con un propósito muy claro, maximizar el beneficio de los “jugadores”, que en el momento de la independencia detentaban el poder (criollos), es decir, no se impone el velo de ignorancia y como se dijo anteriormente no existe plena libertad ni un esquema igual para libertades similares. Sobre todo no se puede justificar entonces, las inevitables desigualdades sociales. Pues estas deberían satisfacer dos condiciones: Deben estar asociadas a posiciones abiertas a todos en igualdad de oportunidades; y deben maximizar el beneficio para los miembros menos aventajados de la sociedad. Esto claramente no pasa y más aún está totalmente invertido, como en un espejo maligno, pues el Estado Corporativo no permite que exista movilidad social; buscando perennizar el poder de las oligarquías, y mucho menos disminuir el riesgo de ser un perdedor del juego social. Esto es, debido a que existen asimetrías de la información, que llevan obviamente a que los ganadores, sabiéndose fuertes buscan crear mecanismos no sólo para mantenerse como tales, sino para evitar que el perdedor tenga algún beneficio. El indio y el cholo, no son más que el ganado o la tierra; son un medio y no un fin.
(II)








Aunque algunos arguyan que desde 1925, en la “Revolución Juliana” se comenzó a constituir un verdadero Estado Nacional, debemos decir que los vestigios del Estado Corporativo no han desaparecido hasta el día de hoy, pues jamás se han eliminado las desigualdades abismales, no sólo de ingresos sino también en capacidades y derechos (en la metodología de Sen). Más aún, se han reinventado los mecanismos para conseguir los mismos fines, y se ha logrado mantener aislados del ejercicio de los derechos políticos, sociales y económicos a la mayoría de la población ecuatoriana. Las reformas sociales y económicas han estado de acuerdo a las necesidades de la economía ecuatoriana de articularse más eficientemente con el mercado externo, con el cual mantiene relaciones de dependencia. Se puede mirar entonces las reformas de la Primera y Segunda Juntas de Salvación Nacional y de la presidencia del Dr. Isidro Ayora, como reformas necesarias en el contexto de la economía mundo para lograr la expansión de las fronteras de la misma y el crecimiento de la burguesía mundial (Misión Kemmerer impulsada desde la FED, o la importación de instituciones extranjeras como el Banco Central y la Superintendencia de Bancos, así como la Seguridad Social Global y la Corporación Aduanera). Sin embargo en un país como el Ecuador, dado su relativo aislamiento y poca importancia estratégica para la economía mundo, la implantación de un verdadero Estado Nación y del capitalismo en toda su magnitud, no llegó sino hasta la década de los 40’s con el ‘boom’ bananero, y el posterior auge petrolero; que nos dio un nuevo estatus en el mercado mundial homogenizador y siempre hambriento de recursos naturales; integrándonos en él por completo. Esto trajo una renegociación del contrato social, tal como si fuera un juego dinámico, aunque las asimetrías de la información persisten, existen más jugadores y las estrategias se vuelven más refinadas y se logran disminuir los beneficios de los ‘ganadores’ y aumentar el bienestar de los ‘perdedores’. Existe en teoría la participación de todos los jugadores factibles (universalidad de la ciudadanía), pero se mantienen obstáculos reales para que se pueda ejercer plenamente todos los derechos, en este caso políticos. Esto nos lleva a una nueva situación estratégica con nuevos jugadores y con elites no tan coherentes y homogéneas como los albores de nuestro país, pero igualmente dispuestos y sobretodo con los medios para seguir perpetuando la injusticia (en los términos de los criterios de Rawls) y su posición hegemónica y una gran mayoría todavía desorganizada, sin conciencia política y sin fines claros, incapaz de conseguir mejores términos en la negociación.

En este tipo de Contrato Social (si es que puede mantener este nombre), al que todos los ecuatorianos estamos ligados, por la fuerza o por contratación, es el marco preciso del que se deriva inevitablemente grandes desigualdades y sobre todo la pobreza y la miseria. Como vimos el Estado ecuatoriano cumple siempre con dos características básicas en todas sus diferentes metamorfosis. La primera es que su propósito es tal, que garantiza y perpetúa el poder de las elites (criollos, hacendados, banqueros, importadores y exportadores, monopolistas, Cámaras de la Producción y de Industria). Al mismo tiempo vuelve invisible a todos los demás componentes de la sociedad civil: indios, clases medias, obreros. La segunda característica es que está diseñado de tal manera que cumple con una función muy importante para la economía mundo, que es la explotación eficiente de los recursos primarios y de la mano de obra; que alimentan al centro industrial mundial. Todo esto hecho en alianza con las clases oligárquicas del este país.
De estas dos características básicas se pueden derivar las condiciones para que el Ecuador sea un país donde la pobreza (bajo cualquier metodología) sea escandalosa.
No sólo existirían diferencias en las rentas, dado el marco jurídico que en sus inicios llegó a legalizar el despojo de la propiedad, en especial de la tierra indígena y la conformación de las haciendas (con la primera república y la alianza hacendados y militares). También podemos observar esta realidad con la más reciente flexibilización laboral o reformas (o propuestas de reformas) a impuestos a la renta, para disminuirlos en pro de la producción, pero que ocultan un deseo de aumentar desigualdades y beneficiar aún más a los ricos.
También existirían, diferencias en los derechos para poder ejercer las capacidades.
Para Sen en sus principios de capacidades (capabilities) y derechos (entitlements). La libertad surge de proveer a los individuos no de bienes primarios homogéneos (de los que habla Rawls (que incluyen libertad, renta, derechos políticos), sino de capacidades específicas para que en su contexto histórico y social determinado los individuos puedan gozar de libertad para procurar su peculiar y también específica noción de bienestar. No son los logros, en ningún sentido objetivo, lo que determina la adecuación de su teoría sobre la igualdad sino la posibilidad de determinar libremente lo que uno quiere hacer en la vida.
Desde esta perspectiva, tampoco el Contrato Social, o para nuestro análisis la superestructura jurídica y política ecuatoriana, satisfacen estos principios. Los indígenas que son las poblaciones con mayor pobreza medida por ingreso y por necesidades insatisfechas, lo serían también por capacidades y derechos. Su propio contexto social fue devastado por el contexto histórico de la conquista, la colonia y la hacienda. No sólo fueron explotados sino también privados de toda clase de oportunidades para realizarse como seres humanos libres. Hoy en día sigue la privación histórica de estos derechos y capacidades para la mayoría de ciudadanos ecuatorianos, puesto que el acceso a sanidad, educación, inclusive podría decirse a un empleo digno siguen siendo de alta dificultad y aún tendiendo acceso a ellas son de baja calidad. Tampoco se puede dejar de mencionar las limitaciones existentes a nuestra libertad para trasmitir nuestros valores y mantener nuestra multiculturalidad y multinacionalidad, bajo el peso del monstruo del Estado Nación, puntal de la economía mundo homogenizadora. Siendo esto, de nuevo, es especialmente cierto para los indígenas, pero se expande en su dimensión la gran mayoría de pobres, que son la desgraciada mayoría en nuestro país.

Es sin duda importante y en mi opinión crucial, ampliar estos derechos y capacidades al ámbito ambiental, para ampliar el contexto social e histórico en el que se desarrollaría ese hombre libre de Sen; a la biosfera y a los ecosistemas sociales. En Ecuador, y creo en todo el mundo, no se debe tratar de comprender al hombre y a la sociedad sin comprender también al hábitat natural en el cual se desarrolla. Estos vínculos entre hombre naturaleza son todavía más fuertes en las comunidades amazónicas y andinas; para los cuales la tierra no es un insumo o un recurso ni un capital, es su hogar, su proveedor y su Pacha Mama. Estos derechos y capacidades también deberían incluir consideraciones intertemporales e interespaciales, pues no se puede maximizar el beneficio de ningún jugador actual en detrimento de un jugador futuro; inexistente aún pero real. Esto implícitamente puede llevar al fantasma de la redistribución; pues la ‘gran nave espacial que es el planeta tierra’ establece límites reales y físicos al progreso de la economía, aún bajo la sustentabilidad débil (sustitución tecnológica como una solución factible a los problemas ambientales). Significa que es una imposibilidad igualar ‘hacia arriba’ a todos los habitantes del planeta tierra; dejando como opción que los más derrochadores sean más austeros; y los más necesitados sean proveídos.
(III)





Todos estos aspectos llevan a algunas conclusiones. La primera es la necesidad de un nuevo Pacto Social, donde se trate sobretodo de construir un marco verdaderamente inclusivo y que cumpla con el principio del maxmin de Rawls y garantice los derechos y capacidades; políticos, sociales, económicos y ambientales, de todos los actores sociales. Sin embargo, es imperativo el replantear y discutir los proyectos políticos y civilizatorios, para poder lograr este nuevo pacto en los términos de la sociedad plural que somos y más aun plurinacional. Es decir, replantearse el rol del mercado, del Estado nación, y sobre todo de la posición de la sociedad frente a la inequidad y a la pobreza. Esto es dejar de ser complacientes y hasta tolerantes con las graves injusticias, inequidades y sobretodo la miseria que alimenta oligarquías casi parásitas que nos gobiernan. Finalmente, esto lleva a la conclusión de que la gran mayoría de ‘excluidos’ del pacto social debemos organizarnos y crear objetivos claros para iniciar una reformulación de los términos del contrato y mejorar la situación de toda la sociedad, cuyo ideal de bienestar está hipotecado por los ricos que no quieren dejar de ser ricos y que para ello desean que los pobres se queden pobres.

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