jueves, mayo 26, 2005

La Prudencia

La conductora de las virtudes, que es la prudencia, descrita como el arte de hacer lo más conveniente, mediante la comparación de las situaciones venideras con anteriores y el análisis del marco de acción y de nuestros recursos. De todas maneras, en mi opinión el mejor concepto que se puede tener de prudencia, es el valor que nos impulsa a llegar al “punto medio” o punto de equilibrio o armonía, que nos permitirá ser felices.

Este valor hoy en día, está totalmente degenerado en su concepción por parte de las personas, ya que se lo confunde, sea con la cobardía, la inacción, la falta de iniciativa; o en el otro extremo con una actitud maquiavélica o manipuladora. Para explicarme mejor, parece que en el mundo actual, sólo existiesen los cobardes o los temerarios, pero no los valientes. El problema es que necesitamos ser valientes, que no es lo uno ni lo otro, sino un estado equilibrado y por tanto, mejor.

La prudencia es sin duda alguna, el motor que lleva al hombre a practicar los otros valores, pues al seguir la razón recta tendremos que reconocer que es prudente, llevar una vida llena de sentido; y principalmente tendremos que reconocer que son verdaderas las enseñanzas, que dieron a la humanidad tanto Confucio, como Jesús; quienes nos advirtieron que el secreto de la existencia plena y feliz no está sólo en nosotros sino en nuestra actitud noble hacia los demás. No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti, y ama al prójimo como a ti mismo; parecen ser la única salida al círculo vicioso de violencia en que hemos caído en nuestro mundo.

Es importantísimo decir, que lo más importante de cualquier valor no es su concepto o en otros términos su teoría, sino su práctica. Pues es en la etapa de la aplicación cuando el nombre de Prudencia deja de ser estéril. ¿Cómo ser prudente? nos preguntamos y la única respuesta posible es: practicando ser prudente.

Es en este punto, donde está la clave del texto, lo que de verdad vale la pena “digerir”.
Necesitamos lograr que en cada una de nuestras acciones y decisiones, se vea reflejado el valor de la prudencia, tratando siempre de prever las acciones, de buscar lo que de verdad queremos, de buscar al mismo tiempo nuestro bienestar sin olvidar el bienestar de los demás; así, llegaremos al punto donde no podremos arrepentirnos de ninguna acción, pues cada uno de nuestros pasos será realizado con plena conciencia y con plena razón, con el objetivo de que sea lo más fructífera y buena posible.

De esta manera, es como la prudencia se vuelve la base de la felicidad, pues hace que toda nuestra vida sea útil para nuestra trascendencia, significado y sentido. Al darnos la seguridad, para no arrepentirnos de que nuestras acciones, nos lleva inexorablemente a que nuestra vida sea plena, pues nadie que haya sido prudente podrá llegar a su lecho de muerte y sentirse arrepentido de vivir como ha vivido y en consecuencia estará satisfecho de su existencia y será feliz.

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